en un campo cercano a donde ella residía y al pasar pensó que sería removedor contagiarse de
todo lo que ese lugar le había brindado. Entró y la sacudió un vacío impenetrable que al
recorrer sus antiguos pasos transmutó en una nostalgia y serenidad que le invadió el pecho de
bienestar. Comenzó a notar con precisión como cada detalle y posición de los elementos que
componían su antiguo hogar permanecían inmóviles en el tiempo y en su memoria, era como
si aquel lugar se hubiese congelado en el tiempo añorando ese momento.
Su mirada alterada buscaba aquello, que luego de unos ansiosos minutos divisó. Esa hamaca
de madera, donde solía posarse horas interminables, se hallaba intacta con una gruesa capa
de polvo maloliente en su superficie, pero la rudeza de la natauraleza no vacilaba, era su aliada
y Juana lo sospechaba.
Aquel objeto la transportó indefectiblemente a un recuerdo tan vívido e insondable que las
palabras se tornarían inverosímiles.
Minutos después de una auténtica contemplación inclinó su delgado esqueletos úbitamente y
se dejó impregnar por una porción de inefable naturaleza pura y viva, más viva que nunca.
Empapó su alma con la suave melodía de las aves, y con el silbartibio y fresco de las ramas
enfurecidas,que se compenetraban con el viento formando una sola materia. Avanzó unos
pasos y reconoció instintivamente aquel árbol frutal que tanto quería. Aquel que escalaba
cuando era pequeña y llenaba sus horas contando las hojas, cuando éstas caían con un amor
desmesurado, desfilando esplendorosas por la fina brisa o el mas inclemente viento.
Quitó sus zandalias apresurada y sintió el frescor que emanaba el verde césped recorriendole
un estremecimiento por cada célula de su cuerpo y notó casi de inmediato como esa
sensación se encontraba alojada en algún recoveco de su memoria, despertando emociones
que creía olvidadas.
En un estado casi omnipotente, decidió marcharse luego de un largo rato de estupor,
colocando un límite a tanta felicidad, presintiendo la máscara dañina que arrastraría hasta el
final.
Caminó hasta la puerta delantera por donde había ingresado y un dejo de tristeza la persiguió,
hasta cerrar el pestillo y comprender que existen momentos y lugares tan sublimes que nos
acompañarán como una mancha indeleble para toda la vida.